Ahora os tendría que contar lo estupenda y maravillosa que es la muralla China, pero la verdad que en estos momentos la decepción me embarga, si, las vistas son maravillosas, pero poco mas, porque después de venir hasta aquí, después del madrugón para no pillar el solazo del mediodía, del viaje en coche, hora y media desde Pekín y a pesar de haberme informado bien, de que me dijeran cual era el trozo accesible y efectivamente de ver varios cartelitos con el dibujo de la silla de ruedas, UN CUENTO CHINO.
Hemos salvado las primeras súper cuestas hasta llegar al funicular, hemos desarrollado todo nuestro despliegue en desmontar y en encajar la silla por piezas en la mini cabina, que no he visto cosa igual de pequeña, y hemos llegado arriba, lo que prometía quedar como anécdota se ha convertido en decepción, de aquí no puedo pasar, empiezan las escaleras, los adoquines y las pendientes infinitas, y aunque cada una de esas cosas es salvable en individual, todas juntas es mas que imposible, así que aquí estoy al solillo, canalizando mi decepción en este post y esperando a que Chata lo disfrute por las dos.
Y la conclusión de Chata es, que mejor os vayáis a ver la muralla de Ávila, que esta mas cerca y se come mejor, pero esto lo dice porque se ha armado de valor para subirse en el huevo, que a ella todo lo que despegue del suelo... Pero lo ha hecho desde el amor, que es la mejor manera de hacer las cosas, y por acompañarme ha subido del tirón, abrazo de ternura, carita sonriente.
Y de aquí al palacio de verano, que es un inmenso parque, con lago incluido, artificial, eso si, lleno de barquitas al más puro estilo retiro madrileño, pero multiplicado por 1000 e invadido de chinos, ¿pero cuántos son?, así que nos hemos montado en el barco, tenderete otra vez, y hemos cruzado para pasear por los jardines y ver los distintos palacios, os vuelvo a remitir a la Wikipedia, tiene su historia el lugar, y debajo de una árbol nos hemos comido unos bocatas, mientras los chinos de alrededor comían botes de nugels y nos hemos vuelto a por el coche.
Estábamos agotadas, pero no nos hemos podido resistir darnos una vuelta por el estadio olímpico, que de verdad es impresionante, aunque no se hasta que punto lo utilizarán ahora, está bastante a desmano.
Y cómo un paseo nocturno con cena incluida por la calle más fotografiada de Pekín, la calle Wangfujing, que esta llena de carteles de neon y en una de sus bocacalles están los típicos puestos con escarabajos, larvas, murciélagos…guay para la foto pero poco más. Y lo mejor para el final, nos hemos subido en un triciclo, la verdad que en nuestra desesperación por para un taxi sin éxito, nos ha venido Dios a ver al pararnos un conductor muy majete y ofrecerse a llevarnos, contaros que todo un numero, apenas caben dos personas y sujetando la silla a pulso entre el conductor y nosotras, divertidísimo.
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