Hoy cuando menos me lo esperaba he vuelto a conectar con el
espíritu de viajar y sentirme una parte muy, muy pequeña de un todo universal.
Y la verdad que la cosa no prometía mucho porque ayer decidimos hacer una
excursión típica de turistas, de esas que reúnen a varias personas en una furgo
y nos llevan a recorrer lugares típicos de la zona.
En este caso hemos estado
visitando Santa María del Tule, cuyo mayor atractivo es un árbol de unos
2000 años de antigüedad, con un tronco de 58metros y 14 metros de diámetro.
De ahí a Teotitlan del Valle,
donde nos han parado en una cooperativa de artesanía textil, con pequeña
explicación del funcionamiento de los telares. Y en una fábrica de mezcal con
explicación y cata incluida, estos sí que han sido generosos. Y por último las
ruinas prehispánicas de Mitla, que son posteriores a las de Monte Alban.
A la turistada aún le quedaban 2 paradas, la primera para comer y la
siguiente era en Hierbe el Agua.
Y es aquí donde retomo lo que os
contaba al principio, casi no vengo, porque según las guías era un sitio de
difícil acceso y tenía la posibilidad de volver a Oaxaca con otro coche,
gracias a que me he animado, porque el lugar me ha parecido mágico, son unos
valles verdísimos, que por sí solos ya merecen una visita, pero su atractivo
turístico son unas cascadas de agua con carbonato de calcio petrificadas que se
formaron hace miles de años, sólo aquí y en Turquía se puede apreciar
este fenómeno. Y como os decía para mi ha sido una lección más, porque nuestro
chofer, Benjamín, me ha llevado en brazos hasta un mirador q quitaba el sentido
y allí hemos estado un buen rato sentados mirando el paisaje y conectando con
la naturaleza, lo cierto es que aparte de disfrutar muchísimo, he vuelto a
poner las cosas en perspectiva al contemplar un paisaje que muchos siglos atrás
otros ya disfrutaban y que esperó muchos otros sigan disfrutando en el futuro.
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