Empieza mi última etapa del viaje y lo hago en el punto más austral del continente, de aquí para abajo la Antártida, así, que sí, un pelín lejos de casa si que ando, llegó en avión desde el Calafate, la alternativa son 20 horas en autobús, para que os hagáis una idea de las distancias aquí, ya aterrizando, me cautiva lo que veo, es una de esas ciudades que enamora por lo diferente, con aspecto de pueblito de montaña pero a la orilla del mar, con los andes cerrando la postal, y es que sin bajarme del avión me pareció perfecta, digo esto, porque luego pude apreciar en situ la dificultad de moverse por ahí en silla de ruedas, las calles son tan, tan empinadas, que es del todo imposible ni con ayuda, pero nada que no se pueda solucionar a base de taxis. Llegamos al hostel, Freestyle hostel, es bastante accesible, siempre y cuando pidas habitación con el baño dentro, a estas alturas del camino ya he hecho algún que otro amigo y cómo casi todos hacemos los mismos recorridos es fácil coincidir, y después de instalarnos e informarnos sobre las diferentes excursiones nos vamos a dar una vuelta, al super, al cajero….a pasear vamos, cómo aquí, ahora no anochece hasta las 3 de la mañana se pierde fácilmente la noción del tiempo.
Al día siguiente me levanto temprano, esto es una constante en los últimos 15 días, estoy rota, y me voy al puerto, pues tengo una excursión para navegar por el canal de Beagle, canal que conecta el Pacífico con el Atlántico, me decido por un barquito de los pequeños, pues me dijeron que se acercan más a las islas de los lobos de mar y es cierto, estamos completamente al lado, es increíble poder ver a estos animales en su hábitat natural, están ahí tan a gusto compartiendo isla con los corbaranes, que son unas aves que comparten vestimenta con los pingüinos. La barca nos acerca hasta una isla con un faro, nos emocionamos pensando que es el faro del fin del mundo, pero que va este se encuentra a 400 km en línea recta, de todas formas por la tarde en el museo de la prisión podemos ver una reconstrucción de este y conocer las durísimas condiciones de vida de la gente que allí estaba.
Paradita en la isla Gable y paseo para observar la flora y las plantas de calafate, menos mal que de vuelta al barco nos invitan a café y chocolate caliente, que frío!!!
Unos 60 km recto de encuentra la isla de los pingüinos, también organizan excursiones, pero yo esta vez prefería quedarme con el barco chiquitín, que ya había tenido bastante catamarán en los glaciares, desde aquí quiero agradecer al capitán Silvio, a Rubén y a Valeria la guía toda la ayuda que me prestaron, gracias chicos fue un placer.
De vuelta a tierra me acerqué a la oficina de turismo y luego me dí una vuelta por el paseo de los artesanos y de aquí a comer, no sabía muy bien que comer y decidí permitirme un lujo y probar la centolla austral, muy abundante en esta agua, estaba muy buena, y no seré yo quién haga una comparación con las gallegas.
De aquí al hostel a descansar un rato, siesta con despertador, porque sino, y por la tarde me fui con una de las chicas a visitar la prisión del fin del mundo, la cárcel en si impresiona por las condiciones tan duras en las que vivían, fundamental hacer la visita guiada para saber un poco de la historia de esta cárcel, dónde la mayoría de los presos trabajaban para construirla y para construir el tren del fin del mundo, ya que no se podían escapar porque no tenían dónde ir.
Y de vuelta al hostel a cenar y la cama, a mi ya me quedan las fuerzas justas y eso no incluye fiestas nocturnas.
Al día siguiente, qué toca, madrugar again, pues si esto es así, será que como amanece tan pronto, y me voy a una excursión por los lagos en 4x4, yo esto no lo había pensado muy en profundidad y cuando vi los caminos por los que nos estábamos metiendo, no sabía dónde agarrarme, que botes y que impresión, por ríos, por veredas, por el bosque, estuvo divertido aunque ahora mis riñones no piensan lo mismo. Fuimos a visitar dos lagos, el lago Escondido y el lago Fagranao, este último se asienta sobre una falla tectónica, los dos bellísimos, así que nos animamos a hacer un picnic a una de sus orillas, con bebidas calentitas y facturas, hacía mucho frío, pero esto no impedía a más de un animado a hacer una pequeña excursión con kayak por el lago, cómo comprenderéis esa no fui yo.
También pudimos apreciar las castoreras y los destrozos que estas hacen en los bosques, el castor no es un animal autóctono se introdujo desde Canadá para comerciar con su piel, pero los castores mudaron su piel a una de peor calidad y dejó de interesar por lo tanto se dejó de cazarles y ahora estos animales de hábitos nocturnos talan muchos km de bosque sin que puedan hacer nada porque no tienen un depredador natural.
Así pasamos la mañana y ya sobre las 3 nos fuimos a comer a una “tasca” con vistas muy chulas, el cordero patagónico de menú o la trucha asalmonada.
Y así pasé mi penúltimo día en Ushuaia acompañada de 6 brasileros y el guía Mariano, que nos trató fenomenal y nos explicó un montón de cosas.
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